La Geometría del despertar

Para continuar el camino hacia nuestra Unidad… hacia el Despertar

»¿Ves lo que acabo de dibujar, Shlomit? Esto representa nuestro mundo en este instante con su pesadez, por supuesto, pero también su estabilidad, su equilibrio. Es la Materia pero al mismo tiempo tu casa con sus cuatro muros e igualmente tu cuerpo puesto que es la morada de tu alma. Evidentemente, puedes hacer de este cuadrado una prisión; eso depende de qué manera lo consideres, es decir, del color que sitúes detrás de tu ojo. »

Tras una breve pausa, como para asegurarse de que Le seguía bien, el Maestro dibujó entonces una segunda figura en el suelo, un triángulo perfectamente regular.

»Este signo también representa el equilibrio. Sin embargo, no se trata del de la Tierra sino del equilibrio del Espíritu. Traduce primero la Fuerza que concibe, luego la que manifiesta y por fin la que sublima. Pero eso no es todo… El triángulo habla igualmente del hombre y de la mujer, del amor que hacen nacer entre ellos y que les magnifica de múltiples maneras. Habla del macho y de la hembra en cada uno de nosotros, del sol y de la luna que les habita y del necesario matrimonio al que están prometidos. Ahora permanece aún más atenta…

Cuando vivimos en el cuadrado de nuestro mundo, nos sintamos felices o desgraciados, algo en cada uno de nosotros lo percibe, a pesar de todo, como un cercado. Cada uno de sus lados nos devuelve hacia los otros. Todo en él habla de oposición. ¿Es entonces nefasto?

Así, muchos ven en su forma los cuatro barrotes de una prisión que les obliga a la horizontalidad. Pero, te pregunto, Shlomit… ¿Qué son los barrotes a la horizontal sino los peldaños de una escalera?

Pocos son los hombres y mujeres que consiguen depositar esta mirada sobre sus vidas. No entienden que, para resolver el enigma del Cuatro, es decir, de todo lo que parece oponerse en una especie de fatalidad agotadora, solo existe la fuerza del Tres.

Así, el sabio a ojos de mi Padre es aquel que consigue hacer absorber en él la naturaleza del Cuatro mediante la del Tres. No mediante una lucha sino, al contrario, mediante un abandono de los reflejos que ocasiona la adversidad. Aquel se sitúa en el centro del Cuadrado y, en lugar de dirigir sus miradas hacia las fronteras que ve, proyecta su mirada justo por encima de él. Es entonces cuando pasa del universo del Cuadrado al del Triángulo y cuando su alma comienza a acordarse de su nombre… Ya no solo existe el mundo y él, sino también el espacio celeste que los engloba.

¿Eso es todo, hermana? ¡Por supuesto que no! Pues a fuerza de mantener su mirada en altura, el sabio a ojos de mi Padre se convierte él mismo en un punto en la altura. ¿Sabes lo que ve entonces a partir de ese punto que en realidad se parece al de su corazón? Ve que el triángulo que le ha permitido elevarse en vertical se deja él mismo absorber poco a poco por otro signo… Éste…»

… la mano del Maestro que trazaba ya otro símbolo en el suelo. Era el de una cruz de cuatro brazos iguales…

»Sí, Shlomit… Te sorprende, ¿verdad? Aparentemente, la Cruz es el Dos, es el Cielo y la Tierra, del Universo como de tu ser. Sin embargo, la Cruz emerge de la luz del Tres.

Su aparente Dos no revela una nueva oposición, celebrando la supremacía del Triángulo sobre el Cuadrado. Habla de su unión definitiva en este punto último en el que se forma el Encuentro y donde se realiza el corazón liberado de aquel que ha reconocido a mi Padre.

Mira ahora ese punto… Intenta mantenerte en su centro… Déjale expandirse con una ecuanimidad y un amor sin límites en todas las direcciones sugeridas por sus rayos…

¿Qué acaba creando? ¡Un Circulo! ¡Un único hilo que lo reúne todo! Por ello, he aquí el camino que todo ser debe reconocer y tomar dentro de él para volver al Uno.»

‘El sufrimiento del Cuadrado se tranquiliza mediante la llamada a la Presencia del Triángulo, el Triángulo seguidamente da a luz a partir de la Reconciliación mediante la visión del centro de la Cruz… hasta que ese centro, a través de su corazón palpitante, dibuja en el Infinito el Círculo perfecto de la Unidad…»

Shlomit le respondió
Entonces…
«Rabí -balbuceé tímidamente llegando a captar menos que nunca su mirada- no estoy segura de estar a la altura de lo que me enseñas. No soy más que la mujer de un pescador que pasa mucho tiempo tejiendo la lana…

Si a pesar de todo he comprendido un poco el sentido de lo que has dibujado, lo que adivinas en mí dice necesariamente que estoy prisionera en el Cuadrado de los sufrimientos… Y es cierto pues mi cuerpo y esta vida son una prisión para mí.

Sin embargo… sin embargo hace tiempo, hace mucho tiempo que la Presencia del Triángulo no cesa de llenar toda mi alma. Solo vivo en la esperanza de ser llamada a unirme al Eterno. Entonces, ¿por qué? ¿Por qué mi mirada no puede alzarse y borrar los muros y los barrotes de todo lo que me hace tanto daño?”

Bajo mis cabellos, que se habían soltado del velo, creí percibir una sonrisa que se esbozaba en los labios de Jeshua. Me pareció que era tierna, tierna como un resplandor de luz que viniese a suavizar su barba oscura y bien cortada.

– “Y la Reconciliación, Shlomit, ¿la has pedido?”

– “He pedido el Olvido, Rabí. Rezo al Sin Nombre para tenerlo…”

“¿Sabes que no olvidamos nunca? El olvido no es la finalidad de la vida. Lo que creemos a veces haber olvidado tan solo está aletargado en el fondo de nosotros. Los recuerdos quedan y no se borran. Forman una corona que ciñe la frente de cada uno de nosotros y constituyen su belleza de la misma. Aquellos a los en un primer lugar les gusta el veneno, tienen como destino transformarse en joyas en cuanto son lavados por la Memoria”

¡No olvidar! No poder tan siquiera plantearse el olvido… Eso me parecía demasiado terrible, amigas mías. Sonaba como un veredicto. La Memoria que tranquiliza y que transmuta los recuerdos… ¡yo creía que la merecía!

“Encarnas la nostalgia, no la Memoria, ya te lo he dicho -intervino de repente el Maestro que, indudablemente, había penetrado mis pensamientos- ¡Deja de dar vueltas! Como si fueras un asno que cava un surco a fuerza de hacer girar la muela a la que está atado. Sin embargo nadie te ha colocado una albarda. Si quieres salir de la encrucijada de tu mal de vivir, Shlomit, vas a seguirme… Ya tienes alas… Déjame que te haga brotar los pies si no, ¿sobre qué podrás ergirte?

Me invadió una especie de pánico. Entonces, ¿El Rabí quería realmente separarme de Zebedeo? ¡No tenía derecho!

Sentí como todo mi ser se encolerizaba y pensé en huir. Eso me hizo levantar los ojos… ¡Lo suficiente para que Él hundiese en ellos los suyos!

Os confieso que me hubiera gustado poder esconderme detrás de una cortina de lágrimas con el fin de esquivarlo todo y de refugiarme en el pequeño agujero de mi alma en el que tenía costumbre de ir a enfadarme pero… ¡era imposible! Las lágrimas no llegaban y la mirada del Maestro no me soltaba.

Sin embargo esa mirada no era severa, era puro Amor… ¡Ese era precisamente el “problema”! ¿No había dicho Jeshua que tenía el Amor tenaz?

El Testamento de las Tres Marías, Daniel Meurois

¿NO HA DICHO ESTO ÉL?:
»Entonces, os digo amigos mios,
Comprended que el pueblo de aquellos y aquellas que saben sentir lo que existe, yo lo llamo el de los Hijos e Hijas de la Vida. Es el que acude a mi Palabra pues intenta escuchar en ella cómo late el corazón del mundo
»Atreveros a los silencios que saben pronunciar las palabras del Amor…»
Maestro Jeshua
(Testamento de las Tres Marías)
y Vosotros ¿Sois los hijas e hijos de la Vida? ¿Puedes oír el corazón del mundo latiendo?

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